-¿Ya estas aquí?, ¿estas lista?-
Ella no hablo, alzo su mirada perdida y asintió levemente. El muchacho, nervioso, siguió hablando. Los dos jóvenes salieron apresurados de aquella farola que delataba su presencia. Su objetivo era andar hasta la playa, a unos metros de allí, en la oscuridad de la noche. La noche era sosegada y el mar les recibió con una orquesta de suaves olas. El monje sonrió tímidamente al ver a la pareja, tenía las ropas roídas y viejas.
-¿Esta será mi boda?- pensó la chica
-¿Con un pescador?, ¡Ni lo sueñes!-recordaba las palabras de su madre-¿quieres estar toda la vida limpiando pescado?-
Suspiro al recordar la injusta discusión. El joven harto de su ausencia y con el corazón desbocado por toda aquella locura le susurro:
-Oye, mira…….. si tu no…
-NO-interrumpió ella, acariciándole sus mejillas – Yo…. te amo.
El muchacho rompió a llorar, la boda secreta comenzó.