Huelo todo, pero nada peligroso. Lamo a mis dos lobeznos y les escondo. Vuelvo a oler, una rama cruje y corro a ver que es. En el trote me siento ligero, como volátil. La agilidad está toda en mi, en cada pelo de mi cuerpo. Mis zarpas se hunden en la hojarasca y me siento uno con el entorno que me rodea.
Aminoro la marcha... y aprovecho un roquedo para hacer menos ruido. El fluir del río se oye a lo lejos y una lavandera canta con brío en la fría mañana. Parado ya observo de donde proviene el ruido: son dos ardillas recolectando los últimos frutos del otoño.
Mi instinto me dice que lo intente, pero mi boca no saliva porque he comido hace poco. Mejor me voy, empiezo a estar preocupado por mis cachorros y mi compañera.
Vuelvo a oler : musgo, lavanda y romero. Que sensación tan maravillosa. Soy feliz
jueves, 6 de diciembre de 2012
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